El viaje de ida y vuelta: cuando regresar duele más que partir

La migración femenina en Senegal crece, al igual que los retornos marcados por la culpa y el estigma social.
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Sara Aminiyan Llopis Oumu, vecina de Yaraax, ha intentado cruzar Europa en cayuco y desde su propio barrio y quiere volver a intentarlo. En la imagen, se hace una selfie junto a su hermana, sentadas en un cayuco pesquero de Yaraax.
1 jun 2025 06:00

Durante décadas, la migración desde Senegal ha seguido un patrón eminentemente masculino: eran los hombres quienes, ante la falta de visados y oportunidades laborales, se embarcaban hacia Europa con destino a las costas españolas. Mientras tanto, las mujeres se quedaban en sus comunidades, a cargo del hogar, los cuidados y la gestión de las remesas que, con suerte, llegaban. Este esquema, sostenido por normas sociales, estructuras patriarcales y dinámicas económicas, situaba a las mujeres como ancla que debían esperar y sostener.

Pero este modelo empieza a resquebrajarse. En los últimos veinte años, el perfil migrante senegalés se ha feminizado. Ya no son solo los hombres quienes parten. Las mujeres, empujadas por la crisis de las remesas, el deterioro de las condiciones laborales en Europa y el aumento de la pobreza femenina en Senegal, comienzan a migrar por cuenta propia, y muchas veces por tierra y por mar tras intentar la vía regular mediante un visado que reiteradamente es denegado. 

Durante décadas, la migración desde Senegal ha seguido un patrón eminentemente masculino: eran los hombres quienes se embarcaban hacia Europa. Pero este modelo empieza a resquebrajarse

Para Marina Kabou, jurista y activista feminista senegalesa, las mujeres ya no migran exclusivamente por reagrupación familiar. Lo hacen buscando independencia, escapando de violencias de género o de un sistema patriarcal que asfixia con matrimonios precoces, violencia sexual y mutilación genital femenina. “Muchas migran solas, lo hacen para ganarse la vida, para empezar de nuevo lejos de las restricciones que encuentran aquí”.

Y con este cambio, también se hace visible una realidad silenciada: la del retorno. Si antes marcharse era sinónimo de no volver, hoy, los fracasos migratorios, agravados por rutas cada vez más peligrosas, cerradas y militarizadas, llevan a muchas a regresar incluso antes de alcanzar tierras europeas.

En Rosso, ciudad fronteriza a orillas del río Senegal, un pequeño quiosco destartalado de la Cruz Roja acoge a decenas de personas deportadas desde Mauritania. “Normalmente llegan sin nada, se lo quitan todo antes de deportarlos”, explica Amadou, voluntario del centro, que cada noche corre hasta la panadería más cercana para recoger el pan que sobra del día y dárselo a los chicos y chicas que llegan. 

El regreso suele ser abrupto, marcado por el desgaste físico y emocional de la ruta, y acompañado de una fuerte carga social. El racismo, la explotación laboral, el aislamiento y la falta de protección en los países de tránsito o destino llevan a muchas mujeres a “dar marcha atrás” y volver. Pero el regreso no implica necesariamente alivio. 

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Mammadou Diop, coordinador de la compañía de teatro Kàddu Yaraax, en la sede cultural de la entidad. Sara Aminiyan Llopis

Yarakh: el aeropuerto de Barcelona

“Son muchos los chicos y chicas que no vuelven por miedo al rechazo de la comunidad, aunque lo estén pasando realmente mal fuera”, cuenta Mammadou Diop, coordinador de la compañía de teatro Kàddu Yaraax, del barrio de Yarakh en Dakar, que ha podido presenciar en múltiples ocasiones esta dinámica. 

Yarakh es uno de los barrios más pequeños de Dakar, con una población de 40.000 habitantes. Ubicado en la costa y con una fuerte tradición pesquera, es popularmente conocido como “el aeropuerto de Barcelona”, un apodo que refleja el constante pulso migratorio que se vive en la zona. Desde aquí, las salidas en cayuco hacia Canarias son tan frecuentes que muchos comparan este punto con una puerta de embarque hacia Europa.

Mammadou Diop conoce bien el barrio. Lo ha visto crecer al ritmo de la despedida de los cayucos. Sabe quien entra y quién sale, quién planea un viaje y los mejores momentos para emprender la ruta. Desde su compañía de teatro trabaja para generar conciencia y debate sobre la migración. “Nosotros jamás decimos que no se vayan, pero aconsejamos que no cojan el cayuco porque es muy peligroso”, matiza Mammadou. 

Las mujeres ya no migran exclusivamente por reagrupación familiar. Lo hacen buscando independencia, escapando de violencias de género o de un sistema patriarcal que asfixia con matrimonios precoces o violencia sexual

Desde hace siete años la compañía de Mammadou representa una de las obras más exitosas El retorno de Yaseen, un acto inspirado en la historia real de una joven que migró a Francia, pero, cansada del frío y la soledad, decidió volver a su barrio, a pesar de la presión familiar y el estigma de la comunidad. Hoy, la chica que protagoniza a Yaseen es actriz profesional y sigue representando su historia en formato de teatro-foro por todo el país. 

El viaje de vuelta

Pese a que Senegal ha ratificado instrumentos internacionales clave como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), el Protocolo de Maputo o la Convención sobre los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares, su implementación efectiva sigue siendo limitada. “El Estado ha firmado, pero no cumple con su obligación”, denuncia la jurista Marina Kabou. “Falta voluntad política para que esos tratados se traduzcan en políticas públicas concretas que protejan de verdad a las mujeres, especialmente a las que migran”, continúa. 

En 2024, más de 2.000 senegaleses murieron en el mar, y en septiembre, un naufragio cerca de Mbour dejó al menos 150 muertos o desaparecidos. Para abordar esta crisis, el gobierno senegalés adoptó en julio de 2023 una Estrategia Nacional contra la Migración Ilegal, centrada en la prevención, la gestión de fronteras y la reintegración de migrantes. Además, la Unión Europea anunció en octubre de 2024 un paquete de 30 millones de euros para fortalecer la capacidad de Senegal en la lucha contra el tráfico de migrantes y la sensibilización sobre los peligros de la migración irregular, lo que se traduce en un aumento del gasto en externalización fronteriza. 

Aissa tenía 19 años cuando se fue. Después de un año en Rusia, migró a Marruecos y pagó una zodiac para cruzar hasta España, aunque el temporal tumbó la lancha. “Yo quería regresar, pero los chicos gritaban ‘Barça o barzakh’, irse o morir”, recuerda. Varias personas murieron y Aissa despertó en un hospital en Tánger con graves síntomas de hipotermia. Luego, explica que el camino fue seguido de una larga cadena de detenciones, deportaciones y vejaciones por parte de distintos cuerpos de seguridad. Cuando llegó a Níger, meses después, pudo por primera vez llamar a su familia, y la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) gestionó su repatriación. 

En 2024, más de 2.000 senegaleses murieron en el mar, y en septiembre, un naufragio cerca de Mbour dejó al menos 150 muertos o desaparecidos

“Me arrepentí muchas veces de migrar, pero el peor momento fue volver”, explica. “En mi barrio no podía salir. La gente hablaba. Me decían que estaba flaca, que me había oscurecido. Me sentía una fracasada”, continúa. 

Hoy, Aissa vive con su esposo y su hijo. No tiene demasiada estabilidad económica: organiza bodas, vende productos y trabaja en el desarrollo de su propia película sobre su experiencia migratoria. “Ya no quiero viajar. Alhamdulilah”, dice, casi en paz.

Para Mammadou Diop, que viaja con frecuencia tanto por Europa como dentro del continente africano, el relato del éxito migratorio no se sostiene. “Europa es muy racista. Hay muchísima gente sufriendo. Si España quisiera, mañana no llegaría un solo migrante más. Pero necesita que lleguen. Es muy hipócrita”.

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Playa de Dakar. Sara Aminiyan Llopis

Senegal, una frontera más de externalización europea 

En particular, las fuerzas de seguridad senegalesas se han beneficiado de apoyo logístico y formación táctica proporcionados por el programa GAR-SI Sahel, una iniciativa financiada por la Unión Europea y ejecutada con asesoría de cuerpos como la Guardia Civil española. Concebido originalmente para combatir el terrorismo y el crimen transfronterizo, el GAR-SI ha terminado involucrado en operaciones internas que, según organizaciones independientes, derivan en violaciones de derechos humanos.

La iniciativa se enmarca en una estrategia más amplia de la UE que busca externalizar el control migratorio hacia países del Sahel. Según un informe de la Fundación porCausa, Senegal ha adoptado funciones de retén migratorio en nombre de Europa, pero lejos de sus fronteras físicas. Este fenómeno, conocido como ‘verticalización de la frontera’, implica desplazar los límites del control migratorio hacia el Sur Global, bloqueando rutas antes de que los migrantes lleguen siquiera al Mediterráneo.

Hoy, las mujeres senegalesas ya no son solo quienes despiden. También parten. Y también regresan. De la misma manera que sus compañeros de trabajo, maridos, hermanos, cuñados, hijos

En un contexto marcado por la externalización de fronteras, la criminalización de la movilidad y la persistencia de estructuras patriarcales, muchas mujeres están empezando a construir sus propias narrativas. Hoy, las mujeres senegalesas ya no son solo quienes despiden. También parten. Y también regresan. De la misma manera que sus compañeros de trabajo, maridos, hermanos, cuñados, hijos, forman parte de cada uno de los procesos y sufren la pérdida de identidad, la culpa y el desgaste físico y mental. Al mismo tiempo, tejen nuevas formas de resistencia, organización y creación simbólica que desafían los mandatos del sistema patriarcal y las lógicas del modelo migratorio global.

Reportaje en colaboración con Yemayá Revista: Proyecto periodístico centrado en narrar los procesos migratorios y las vulneraciones de derechos humanos bajo una perspectiva de género interseccional.
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